AULA DE ESTUDIO

El retablo de San Mauricio del Maestro de Gualba

El retablo de San Mauricio del Maestro de Gualba
Tabla dorada y policromada al temple, 187 x 122 cm.
Finales del siglo XV
N.R. 200.285. Donación Julio Muñoz, 1945.
 
No sabemos con exactitud el origen de este pequeño retablo. Teniendo en cuenta que en Cataluña son muy pocas las iglesias antiguas con la titularidad de San Mauricio, aquella a la que podría corresponder con más probabilidad esta pieza es la de San Mauricio de la Quar, en la comarca del Berguedà, una fundación privada del XIV que era servida por un monje del cercano monasterio de la Portella. Ésta es solo una hipótesis verosímil, porque este retablo fue adquirido a un anticuario por el pintor y restaurador Francisco Bertendona (Sevilla, 1871 – Barcelona, 1945). En 1925 fue publicada la primera imagen de esta tabla en base a una fotografía de Francesc Mas, que nos muestra el estado deplorable en que se hallaba. Había saltado, seguramente por oxidación, todo el estofado de pan de plata que afectaba a la hopalanda de la figura central, las gualdrapas de los caballos, el vestido del emperador, el gremial del Papa, todo el vestido de la Mater Dolorosa y otros detalles. En esta situación, hacia 1938, lo vio el estudioso de la pintura gótica catalana Chandler Rathfon Post, el más acreditado en aquel momento. La primera publicación de 1925 consideraba que nuestro retablo probablemente era de escuela aragonesa con influencias sienesas. Por el contrario, Post pensó que podía ser obra de un pintor valenciano que corría por Cataluña a mediados del siglo XV y que él denomina Maestro Girard.
 
En 1944, el empresario Julio Muñoz Ramonet adquirió nuestro retablo a Bertendona por 35.000 pesetas y lo ofrendó a la Abadía de Montserrat. En esta circunstancia el retablo fue restaurado por Manuel Grau Mas, jefe de restauración de los Museos de Arte de Barcelona. La pieza fue presentada oficialmente en Montserrat, ya restaurada, el 2 de diciembre de 1945, y la Crónica oficial del monasterio la califica de ofrenda del “opulento hombre de negocios, D. Julio Muñoz, benefactor de la nueva fachada” y la valora en 600.000 pesetas, un precio evidentemente desorbitado.
 
A partir de aquel momento, nuestro retablo es mencionado habitualmente entre las obras notables de la Pinacoteca de Montserrat, con una particularidad: cuando estaba en la colección Bertendona este retablo se llamaba de San Jorge. Post dudó de aquella titulación y lo llamó simplemente Warrior Saint. Solamente los monjes de Montserrat, más versados en la iconografía cristiana, le pusieron el nombre de San Mauricio, que es el que le corresponde. Verrié, después de describir la belleza del Caravaggio y de las pinturas de Berruguete de Montserrat, menciona nuestro cuadro como “el retablillo, bárbaro e ingenuo, de San Mauricio, obra pirenaica de fines del siglo XV”. El oficial Índice artístico de Montserrat, que hizo publicar el abad Escarré en 1956, lo coloca como número 1 de los anónimos catalanes y lo describe lacónicamente: “S. XV, principios. Retablo de San Mauricio con escenas de su vida”.
 
La atribución de nuestra tabla al denominado Maestro de Gualba fue mérito de Joan Ainaud de Lasarte al comprobar que el retablo de Montserrat estaba realizado por la misma mano que el de la iglesia parroquial de Sant Vicenç de Gualba. Un listado de los cuadros del Museo de Montserrat, de 1965, ya menciona el retablo con la atribución, que ha resultado oficial, de obra del Maestro de Gualba. El hecho de que Post con su prestigio asegurase que el retablo de Montserrat era obra del valenciano Pere Girard provocó una serie en cadena de atribuciones propuestas y desmentidas referentes a este maestro, identificable con el llamado Maestro de Cervera; esta cuestión ha sido bien estudiada por Ximo Company Climent. No obstante, quien ha tratado más detenidamente la proximidad y la diferencia entre el Maestro de Cervera y el Maestro de Gualba ha sido el conservador del Museo de Lleida, Diocesano y Comarcal, Alberto Velasco González, que ha ordenado plausiblemente el corpus de obras atribuibles al Maestro de Gualba, que comprende, además de las dos obras mencionadas, el retablo de Montserrat que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Budapest. La actividad artística de este maestro es con total certeza el último decenio del siglo XV.
 
La primera constatación que nos vienen a la mente es que el Maestro de Gualba y los pintores que podemos llamar de su círculo tienen muy poco que ver con los pintores más finos y prestigiosos de su tiempo, como Jaume Huguet o Lluís Dalmau, que obtienen los encargos más importantes. El arte del Maestro de Gualba, sin ser tosco o torpe, era simplemente popular y pasado de moda. Pero estas limitaciones pasaban desapercibidas en los niveles rurales donde pintaba el maestro. Hoy en día, si miramos con ojos actuales este retablo de San Mauricio, podemos percibir en él un toque de inocencia ingenua muy agradable y una técnica narrativa amena y convincente. Otra nota que proporciona interés a nuestro retablo es que es el único de la pintura gótica catalana dedicado a este santo caballero, tan famoso y querido en la Europa Central, cuya historia novelesca nos es narrada en la Leyenda Aurea de Santiago de la Vorágine.
 
Como es habitual, en el ático del retablo podemos ver la escena del Calvario con la ciudad amurallada de Jerusalén al fondo. La calle central está reservada toda ella a la figura de san Mauricio, que se destaca sobre un fondo de pastillaje dorado. El artista ha querido presentárnoslo como un joven apuesto vestido lujosamente y a la moda. Su condición de militar solo se alude por las muñequeras metálicas, el yelmo que tiene en el suelo, a su lado derecho, y la lanza, que comporta también un gallardete con la cruz roja sobre fondo blanco, que es característico del santo. Viste jubón rojo y lleva encima una hopalanda corta de color azul, con esclavina y aperturas por las que saca los brazos, cubiertos también con la armadura metálica. Se cubre con un bonete adornado con una ostentosa pluma verde. A sus pies vemos la figura minúscula del donante del retablo, en actitud orante, con tonsura clerical i vestido de canónigo. En el pavimento enlosado vemos un escudo heráldico consistente en una campana, que podría estar relacionado con el donante.
 
A continuación, empezando por el piso superior de la calle izquierda, se nos explica la historia de Mauricio, primicerius de la legión tebana, compuesta mayoritariamente por jóvenes cristianos procedentes de Tebas (Egipto), enrolados en el ejército imperial, para combatir en la Galia. Al pasar por Roma, piden la bendición del papa san Marcelino y le juran fidelidad a su religión cristiana. La escena inferior nos muestra a san Mauricio a caballo que se ha trasladado a la corte y protesta ante el emperador Maximiano contra el decreto que ordena a la legión ofrecer sacrificios idolátricos. La tercera escena, en el piso superior de la calle lateral derecha, nos relata que el emperador ha diezmado ya la legión tebana y ha mandado decapitar a los colaboradores más próximos de Mauricio: Exuperio y Cándido. Como vemos en la cuarta y última escena, posteriormente le tocó el turno a Mauricio, que es decapitado en presencia de otros militares cristianos, que testificarán el martirio y el lugar de la sepultura del santo, en Agauno (Suiza), donde se le edificó una gran iglesia y un monasterio que se convertirá en un lugar de peregrinaje europeo de gran importancia. A la predela le falta la escena central, que sin duda debe representar a “Cristo, hombre de dolores”, como es costumbre y podemos ver también en el bancal del Maestro de Gualba y muy parecido al nuestro que se conserva en Budapest. A los lados del ausente “Cristo de dolores”, vemos a la Virgen Mater Dolorosa y a san Juan Evangelista; y a los extremos, a san Pedro con las llaves y a María Magdalena con un rosario y el bote de los perfumes.      
 
Este pequeño retablo de Montserrat fue restaurado por Ramon Gudiol Ricart en 1969 y posteriormente, en 2010, fue preciso restaurarlo una vez más, esta vez en el Centro de Restauración de la Generalitat de Cataluña. Se ocuparon de esta operación Voravit Roonthiva, con la ayuda de David Silvestre e Irene Panadés que, además de realizar una labor excelente, redactaron una memoria modélica.
 
Josep de C. Laplana
Director del Museu de Montserrat