AULA DE ESTUDIO

"Champs Elysées", de Anglada-Camarasa (1904)

Por casualidades del destino los últimos meses hemos tenido juntas en el Museo de Montserrat dos pinturas de Anglada-Camarasa (1871-1959), muy diferentes de temática pero que el pintor realizó casi simultáneamente. La nuestra es Champs Elysées y la visitante es La gitana de las granadas, del Museo Reina Sofía. La manera de pintar es muy parecida pero el resultado, totalmente diferente. La “gitana” tiene mucho de Nonell y de su estética de la miseria. Nuestro Champs Elysées mira totalmente al “Paris-la-nuit”. Son dos bailarinas de cancán que el pintor sorprendió al salir del Jardin de Paris en los Champs Elysées en 1904.

Una pintura es buena si está bien hecha pero sobre todo si tiene alma, si alcanza a comunicar. En la pintura de Anglada hay de todo, la hay que es eminentemente decorativa y otra que dice mucho, como esta obra nuestra. Las mujeres de la vida alegre de Anglada pueden llegar a ser enormemente tristes e incluso trágicas. Lo que dicen los freudianos de “Eros y Thanatos” Anglada no lo sabía pero lo intuía profundamente. La vida nocturna de París –que él vivió intensamente, principalmente en el Moulin Rouge que regentaba su amigo sabadellense Josep Oller–, la protagonizan unas hijas de Astarté que parecen espectros luminosos pintados con azufre y fósforo, entre el mundo de las fantasías y de las pesadillas. Anglada las reviste de enaguas calidoscópicas enormes y lo sostiene todo en unos tobillos muy delgados y endurecidos por la danza. Los contrastes sutiles siempre están muy presentes en la obra de Anglada-Camarasa.

Cuando uno tiene acceso próximo a una pintura es muy ilustrativo mirarla con lupa. Os ofrecemos esta posibilidad presentándoos una macrofotografía del rostro de la bailarina principal de la obra Champs Elysées. Fijaos que el pintor no se contenta con teñir la tela de pintura sino que la embadurna en abundancia, añadiendo diversas capas que dan al cuadro una textura fuerte. Fijaos también en que el dibujo previo ha desaparecido y el pintor a duras penas lo sigue. Es cuestión de dar forma y color con la pasta. El resultado que ha obtenido Anglada es fenomenal. Quería realizar unas mujeres anónimas de la noche parisina y efectivamente ha conseguido dar a su fisonomía una dimensión espectral. ¡Nos ha hecho un fantasma!

Si la figura principal parecía un fantasma, la que la acompaña quiere ser más humana, con los ojos dilatados por los excesos. Quiere ser desvergonzada e insinuante, pero su palidez y las sombras verdosas no pueden evitar la dimensión trágica que rodea a estas bailarinas que parecen luciérnagas en los paraísos artificiales de los music halls de Pigalle.

De una forma muy sumaria pero también muy expresiva Anglada-Camarasa nos muestra el ambiente de una salida de baile Jardin de Paris en los Champs Elysées. Podemos vislumbrar otras bailarinas y grupos informes de gente pero lo más interesante del conjunto es la iluminación a base de luz de gas, que da tanto a las bailarinas del primer término como al fondo del cuadro una sensación de misterio y de encontrarnos en un mundo irreal, donde las fantasías se han convertido en realidad evanescente que el viento del olvido se las lleva. Lo que os decíamos, Champs Elysées es una obra excelente por la composición y las texturas pero también por lo que dice.

Josep de C. Laplana, director del Museo de Montserrat