AULA DE ESTUDIO

San Benito en el zarzal, de Jan Bruegel

San Benito en el zarzal, de Jan Bruegel
Jan Bruegel de Velours
(Bruselas, 1568 – Amberes, 1625)
u obra de su taller o del círculo de influencia más próximo.
San Benito en el zarzal
Óleo sobre plancha de cobre, 34 x 25 cm.
N.R. 200.307. Donación Agustí Montalt Biosca, 1950.
 
Este cobre llegó a Montserrat como un regalo personal de D. Antoni Montalt Biosca (1906-1964), un importante industrial textil barcelonés, al abad Aureli Escarré, en 1950, y ya llegó con la atribución de Jan Bruegel de Velours, que jamás ha sido cuestionada. Con esta atribución figuró en la exposición sobre benedictinismo en Flandes, en 1980, en la ciudad de Gante, junto a obras de otros autores flamencos del mismo periodo y de tema benedictino, como Gaspar de Crayer (1584-1669), Jan Cossiers (1600-1671) y con la famosa serie de la Vida de San Benito del belga Philippe de Champagne (1602-1674), con aceptación general de autoría.
 
La atribución a Jan Bruegel no es banal. Sabemos que en muchos museos se exhiben cobres atribuidos a este maestro, considerados obra autógrafa con idénticos argumentos que el nuestro: el parecido estilístico muy próximo y una finura del resultado, que resiste con éxito a la lente de aproximación. Este cobre de nuestro Museo es antiguo i igualmente los pigmentos, como pudimos comprobar en el transcurso de la restauración previa al préstamo de 1980. La conexión de esta pintura con la obra documentada y cierta de Bruegel de Velours podemos comprobarla al ver utilizados como complementos del fondo los mismos elementos animalísticos, por ejemplo los dos tigres jugando entre ellos, los puercoespines, las aves zancudas o flamencos emprendiendo el vuelo o rascándose el pecho, los abundantes pájaros, etc. que vemos en la Entrada de los animales en el arca, un óleo sobre tabla de 1613, del Museo Paul Getty de Los Ángeles, o el Paraíso terrenal, óleo sobre tela de la Galería romana Doria Pamphilj. Esta misma institución tiene un cobre, de medidas iguales que nuestro cuadro, que representa  un paisaje paradisíaco con la escena de la creación de Adán y Eva allí al fondo casi imperceptible.
 
Es interesante saber que Jan Bruegel perdió a su padre, el famoso pintor flamenco Pieter Bruegel, cuando sólo contaba cinco años y que lo educó su abuela Marie de Bessemers, que era miniaturista. La delicadeza y el empeño por el detallismo minucioso seguramente le vienen de esta primera formación sobre la que se impostó la que recibió en el taller del amberés Pieter Goetkindt. El viaje y la estancia en Italia entre 1591 y 1595 no le apartaron de su manera típicamente flamenca de pintar, sino al contrario, constató el interés que la pintura flamenca suscitaba en la sociedad romana y milanesa. Como sus compañeros de oficio, Jan Bruegel sentía una gran fascinación por las ciencias naturales, por la botánica y la zoología, que le proporcionaban los detalles para componer unos escenarios con elementos sacados de los herbolarios y de los bestiarios pero utilizando también la fantasía.
 
Nuestro cobre San Benito en el zarzal debió ser un encargo de devoción particular, muy posiblemente como obsequio a un monje o un abad benedictino de los muchos monasterios que había en Flandes. La escena no es para exhibirla a profanos a la vida monástica. Representa el pasaje de la vida del santo en que San Benito, para reprimir las tentaciones carnales, decidió desnudarse y revolcarse en un zarzal. Lo interesante, sin embargo, es que el autor ha escenificado este pasaje tan cruel y expeditivo en un paisaje paradisíaco con bosques deliciosos, un río con pescadores, una casa convento al fondo y un camino solitario por el que deambula un monje leyendo un libro. El cuerpo medio desnudo de Benito es muy fino y delicado y denota la mano de un pintor excelente; pero si comparamos el fondo de nuestro cuadro con el cobre de la Doria Pamphilj citado anteriormente, vemos que el paisaje paradisíaco del cobre romano es bastante más detallado que el de Montserrat, posiblemente porque en éste el tema y el centro del cuadro es la figura desnuda del santo, mientras que en el de la Doria Pamphilj el tema es el paisaje; las figuras de Adán y Eva en realidad son un aditamento colocado al fondo para dar a la composición una resonancia bíblica. Con todo, no descartamos la posibilidad de dos manos en nuestro cuadro, la del maestro en la figura del santo y la intervención del taller en el fondo, usando el repertorio botánico y zoológico del maestro, o incluso que todo él sea obra de un artista muy experto en pintar a la manera de Jan Bruegel. Sea como sea, la obra es de buena calidad y se merece la consideración de los estudiosos y de los aficionados al arte.  
 
Josep de C. Laplana, director del Museo de Montserrat
 
Bibliografía
Gran Enciclopèdia Catalana, III (1971), s/v Bruegel, Jan, fig. (Joaquim Dols).
Benedictus en zijn Monniken in de Nederlanden, catálogo de exposición Centrum voor Kunst en Cultur, Sint-Pietersabdij Gent, 25-X-1980 – 4-I-1981, Gante, 1980, vol. I, p.1337-1338, 205, fig. colot.
Josep de C. Laplana, Les col·leccions de pintura de l’Abadia de Montserrat, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1999, 1. 64-65, 115, fig. color.